En el año 2019 se disputaba la vigésima edición de la Aurum 1006 km powered by Hankook, más conocida como los 1006 km de Palanga, y Vuelta Rápida GT tuvo el honor de ser el primer medio español en acudir a la cita, como contamos en este artículo.

Para la edición de 2020, COVID mediante, repetimos la experiencia, ahora que ya teníamos las nociones básicas de como sobrevivir allí, era el momento de seguir entendiendo esta peculiar carrera.

Por Diego Carabaña.

Entre todo el feedback recibido tras publicar el artículo de nuestra primera visita a la carrera báltica, nos llamó mucho la atención lo interesados que estabais en la Estación de Servicio Orlen situada en el kilómetro 24 de la carretera A13 que une Klaipėda con Liepāja, a su paso por Palanga.

Evidentemente el interés no tiene demasiado que ver con el precio del carburante a 3648 km de distancia de la casa de Vuelta Rápida GT, el Circuito del Jarama. Así como tampoco interesa la gran variedad de snacks y bollería que se puede adquirir en su interior, muchos de los cuales no tenemos disponibles en España. Lo que sí interesa es la actividad carrerística que allí se lleva a cabo durante un fin de semana al año, ya que surte de combustible a la carrera más importante de cuantas se celebran cada año en los países bálticos.

La primera de las curiosidades es que, en un carrera de 1006 kilómetros, con una duración aproximada de 9h, los repostajes no se llevan a cabo en los boxes, ni en ningún sitio del paddock, como ocurre en alguna otra carrera de resistencia. Dónde te desvías del carril de boxes, pasas por el surtidor, y vuelves al carril de boxes para parar en tu box, o salir al circuito a continuar con la carrera.

Teniendo en cuenta que los boxes en Palanga son un andamio (adecentado un poco para la ocasión), parece un lugar poco seguro para efectuar una tarea tan delicada como el repostaje. Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, en este caso que el circuito pasa por una gasolinera, se utiliza esta como sede del refuelling de la carrera.

El Repostaje en Palanga

La estación de servicio Orlen coincide con la salida de la horquilla del trazado lituano, y se aprovecha el desvío de la autopista para colocar “un segundo pit lane” en el circuito. Cada equipo tiene a sus mecánicos encargados de llenar el depósito descansando tranquilamente bajo la sombra de unos árboles, y cuando son avisados por radio de que el momento de la parada se acerca, se ajustan sus ropas ignífugas y se acercan a los surtidores.

Obviamente el número de surtidores es limitado, como en cualquier estación de servicio, en este caso solo hay 4 disponibles, por lo que existe un quebradero de cabeza más para el equipo de ingenieros y estrategas. ¿Cuándo paro sin tener que estar esperando en la cola a que el resto acabe? Pero, si alargo un poco más el stint, ¡existe el riesgo de quedarse tirado sin gasolina!

Cuando el equipo es avisado de que la parada se va a realizar, el mecánico encargado le comunica al comisario la cantidad de litros que tienen en mente añadir al depósito del coche, que depende del tamaño del depósito de cada coche y de lo que le permite el reglamento a cada una de las categorías y tipos de coche.

A continuación, como como cualquiera de nosotros hacemos a la hora de llenar el deposito de nuestro vehículo, el mecánico se encarga de elegir el tipo de combustible, ya que no resulta extraño ver compitiendo algún coche diésel, y de introducir la cantidad de combustible que desea añadir al tanque. Ya está todo listo para que el coche pueda parar.

Una vez el coche entra en el recinto de la gasolinera y está estacionado junto al surtidor, los mecánicos se encargan proteger la boca del depósito antes de conectar la manguera al coche con rapidez y seguridad.

El repostaje es lento, dado que se trata de un surtidor convencional, lejos de la tecnología que se puede ver en el mundial de resistencia, por lo que es es normal perder alguna vuelta durante el proceso, especialmente en un trazado de solo 2681m, con tiempos de vuelta en carrera que suelen rondar entre 1:10 y 1:20, según el participante, lo que hace que la estrategia de reportaje cobre aún mayor importancia si cabe, recordemos que la lista de inscritos suele tener entre 30 y 40 coches.

Durante la parada el piloto espera pacientemente dentro del coche, es normal ver a alguno de los mecánicos tratando de refrescar al piloto “abanicándole” con la puerta, seguramente, si el piloto pudiese elegir, abandonaría el coche un momento para comprar alguno de los interesantes refrescaos y alimentos que ofrece la estación de servicio, pero obviamente no está permitido.

Una vez el repostaje ha concluido, se quita la manguera y ¡a correr!

El equipo de mecánicos se encarga de dejar todo tal y como estaba para que el próximo participante pueda llenar el depósito. Mientras tanto el comisario apunta el número de litros cargados en el depósito, para comprobar que cumple con la normativa, y para descontar el importe de la fianza que paga cada equipo equipo por el combustible al inscribirse al evento.

Vídeo: Así se vive un repostaje en los 1006 km de Palanga

La Aventura

Una vez explicado el proceso de repostaje, podemos compartir la aventura que supuso llegar hasta la estación de servicio durante la carrera. Para empezar, había que pedir permiso al jefe maximo, Darius Jonušis, organizador del evento, podría decirse que fue el paso más sencillo, ya que entiende la peculiaridad de los reportajes en Palanga y está encantado de darlo a conocer al público

Tras el visto bueno de Jonušis, la idea era acercarse hasta la estación de servicio durante las sesiones de entrenamiento, ya que durante la carrera parecía más complicado. Además, dada la distancia de la gasolinera a la zona de paddock, lo ideal sería ir hasta allí en algún coche de la organización, pero por cosas propias de correr en una autopista, el circuito no tiene viales paralelos a la pista que posibiliten eso, solo quedaba una opción, ir a pie.

El propio Jonušis insistió personalmente en acercarse a la gasolinera durante la carrera, que es cuando se puede mostrar el repostaje más real, con todo su ajetreo, pero lo tenía que autorizar el Director de Carrera. Por su parte no había problemas, siempre que se respetasen las medidas de seguridad, y nos puso en contacto con una de las comisarios encargadas de velar por la seguridad y funcionamiento de los repostajes. Habiendo hablado con la comisario ya todo parecía más factible, puesto que al llegar allí, a priori, ya sabían quienes éramos y qué queríamos.

Una vez se dió la salida a la carrera, había que esperar aún un tiempo para que el desplazamiento a la gasolinera tuviese sentido, ya que lo lógico era que la visita fuese durante un momento en el que hubiera al menos una parada.

Llegado el momento, comenzó el largo paseo bajo el sol hasta las inmediaciones de la estación de servicio, y empezaba una pequeña aventura. En primer lugar, y tras cruzar un poco de maleza que hay en el límite de la zona asfaltada de la gasolinera, llamamos la atención de un vigilante de seguridad, una chica joven pero que no habla inglés, el lituano es bien complicado, motivo por el cual siempre he acudido acreditado a la carrera de Palanga junto a mi pareja, nativa del país báltico, y que sirve de gran ayuda en una situación así. De primeras nos comunica que no podemos estar ahí, lógico y normal, pero explicando quienes somos y porqué queremos ir hasta allí, nos permite el paso, siempre prestando atención a las medidas de seguridad.

Después de esto, hemos conseguido llegar donde queríamos, teóricamente lo más difícil ya está conseguido, únicamente tienen que reconocernos y podremos completar nuestra misión. Antes he dicho teóricamente, y no ha sido casualidad, porque en el momento que los comisarios encargados del repostaje nos ve tan cerca de la acción, empiezan a gritar cosas en lituano queriendo claramente que nos vayamos de allí.

Resulta que la supuesta encargada del repostaje es la segunda al mando, y la jefa no está muy por la labor de permitir nuestra presencia allí. En realidad, habiendo vivido un año en Lituania, entiendo perfectamente su actitud, ya que este tipo de excepciones y flexibilidad que en países mediterráneos como el nuestro son fáciles de conseguir, allí se tienen que justificar totalmente ante tus superiores.

Por poner un ejemplo, a nuestros ojos cruzar una calle en rojo cuando no viene ningún coche a cientos de metros no debería suponer ningún problema, incluso si se hace habiendo un coche de policía cerca, algo que no es igual allí, ya que si alguien observa y denuncia que un agente de la autoridad no actúa ante el incumplimiento de una norma, este podría llegar a perder su trabajo.

Es por todo esto que la buena mujer no atiende a razones para permitir algo que no se debe de permitir, incluso cuando su compañera trata de mediar durante un par de minutos, hasta el momento en el que se menciona a quien ha permitido esa excepción. Escucha la palabra Jonušis, y la cara y la actitud cambian completamente, ya que no tendrá que dar explicaciones a nadie si el Jefe Máximo lo ha permitido. Conseguido esto, nos indican dónde ponernos y qué no hacer, y podemos empezar a disfrutar del repostaje.

Como se puede ver en el vídeo, asistimos a varias paradas simultáneas, el espectáculo de la estrategia en las carreras de resistencia en estado puro, tras unos pocos minutos nos decidimos a irnos, entendiendo lo especial de la situación, tenemos lo que habíamos ido a buscar y no queremos molestar ni causar problemas a nadie.

Nos despedimos y agradecemos el permiso y, yo, con mi pobre lituano, trato de explicarles que también estoy metido en el mundo de las carreras y que semejante sistema de repostaje llama mucho la atención en España.

La Aventura

La Salida

Los 1006 km de Palanga en el año 2020 son un oasis en medio de un mundo sumido en una pandemia mundial, que afecta en gran medida al mundo de las carreras, pero en el que aún entonces, Lituania y este evento parecían vivir sumidos en su particular burbuja, ya que la poca afluencia de turistas había permitido mantener el número de positivos en niveles muy bajos,  casi inexistentes. Eso permitía que la sensación al llegar al circuito era de que nada había cambiado, únicamente pequeños detalles y así nos lo confirmó Darius Jonušis, recordemos, el creador y organizador de la carrera.

Según él, la organización había sido más difícil que de costumbre, por tema de patrocinadores, la situación en la empresa, Promoevents que, pese a que en Lituania el confinamiento sólo duró dos semanas, tuvo que hacer un ERTE y, obviamente, una empresa de eventos nota aún más si cabe las consecuencias de la situación actual. Aún así le echó un par de narices, se lío la manta a la cabeza y consiguió reunir al equipo para montar la carrera, un esfuerzo que fue reconocido por los participantes, los cuales le regalaron una bandera lituana gigante firmada por todos.

Por poner en valor la gesta, si en general en 2020 y sin COVID ya es complicado organizar una carrera, más aún en un trazado relativamente urbano durante la pandemia, que este señor lo haya conseguido y con público, tiene un mérito importante, porque no hay que olvidar que con su capricho corta una autopista, una carretera y llena de gente una pequeña ciudad de 15 mil habitantes.

El ambiente fue similar al que había en la edición de 2019, menos gente eso sí, ya que limitaron el número de entradas, pero aún así, había un número destacado de espectadores, probablemente más que en todo el resto de carreras del mundo ese fin de semana. Mucho VIP, que es algo que tira mucho por estas latitudes. El resumen general es mucho rubito blanquito que por el buen tiempo acabó un tanto quemado.

Como ya explicamos en el artículo del año pasado, desfile de coches históricos, desfile de avionetas bélicas formando la bandera con humo y el canto del himno nacional destacaron en la previa de la carrera.

Y en cuanto a lo deportivo, el equipo de la petrolera Circle K dominó sin discusión con el 911 GT3 Cup de última generación, con Ralf Aaron al frente, que consiguió la pole sobrado y comenzó la carrera tirando y abriendo hueco, un Ralf Aaron que pese a que ya no corre oficialmente, ya que cubre labores de Team Manager en la F3, sigue demostrando su nivel, muy por encima del resto de participantes. Fue una pena que por problemas mecánicos, dos de las posibles alternativas a Circle K, no pudieron ni salir a carrera, un Porsche 911 GT3 R, un GT3 FIA como los del GT World Challenge Europe, rompió la caja de cambios en un test previo y no pudo ni aparecer por el circuito, una pena porque sería el primer GT3 FIA en haber corrido en Palanga. La otra alternativa, el GT3 Cup del equipo Dynamit, una bebida energética local, rompió el motor en los libres, equipo liderado por Rojas Bačiuska, joven promesa lituana en el mundial de rallycross. El dominio del equipo Circle K fue tal que ganaron con 15 vueltas de ventaja, el circuito se hace en poco más de un minuto, eso si, ventaja en gran parte debida a la gran cantidad de fallos y problemas de los rivales.

Así pues, en el segundo escalón del podio y llegó el Porsche 911 GT3 del equipo LG Oled, no la versión Cup, curiosamente una unidad de calle convertida a circuitos, cosas de Palanga. Con una pequeña nota española, el equipo que estaba aconsejado por Dalius Steponavičius, dueño de Speed Factory Racing, equipo afincado en españa que compite con LMP2. En tercer lugar el primer TCR, el Golf GTI del equipo Noker. Del resto, lo que he comentado antes, pequeños fallos y toques que fueron retrasando a los equipos con respecto al líder. En la parte de cola, característico de la carrera, muchos turismos de calle convertidos a competición, destacando como nuevos un Audi S4 y un BMW M2, y como siempre, el Lada con motor de Ford Mustang estuvo presente.

Por temas de la pandemia, la participación extranjera fue muy reducida, más allá de algunos estonios o letones, solo un equipo británico con un Ginetta G55 GT4, muy majos ellos, demostraban estar completamente enamorados del automovilismo en general y de la carrera Palanga en particular. Un lujo sin duda poder disfrutar de carreristas puros, compraron el coche para la carrera y pese a algún toque consiguieron acabarla, además prometieron repetir.

La imagen final de la carrera fue alucinante, Oskaras Bražaitis subido en el techo del coche con los brazos en alto y el público al fondo, seguro que esa imagen decora el salón de su casa desde hace tiempo. Una imagen con un punto de curiosidad, ya que era su primera victoria y no sabía dónde parar el coche en el parque cerrado, así que paró cuando le dijeron y se subió al techo del coche. “Cuando ganes 8 veces sabrás donde hay que parar” le dijo su compañero Jonás Gelzinis, el piloto con más victorias en Palanga.

Fotos

Por cierto… estos eran los precios de los carburantes en la estación de servicio durante el fin de semana de carreras:

Si quieres ver las fotos oficiales del organizador pincha aquí.

Deja un comentario