Asistir a un rally cuando eres aficionado siempre es un privilegio. Hacerlo dentro de un equipo como Vallejo Racing, es otra cosa. Aquí están los recuerdos de un fin de semana estupendo…
Por Ramón Biosca
Boto y Sergio llevaban tiempo planeándolo. Quizás desde el Rally Comunidad de Madrid-RACE 2014 que tantos buenos recuerdos me trae. A mi y creo que a toda la familia de Vuelta Rápida GT.
Quizás, en alguna de las conversaciones que tuvimos con los hermanos Vallejo aquel fin de semana de noviembre al calor del “estudio” que montamos a pie de podium gracias a la confianza de Diego de Azúa, se gestó lo de correr un rallye juntos. Sergio Vallejo y Antonio Boto. Casi nada al aparato.
Y acabó la temporada. Con victoria de los Lobos. Con emoción. Y nosotros acabamos aquellas quince horas de radio con la satisfacción del deber cumplido, de haber podido salir adelante a pesar de ciertas zancadillas que, a día de hoy, quedaron en anécdota.
Comenzó la temporada 2015. Canarias. Seguro que Sergio y Antonio seguían hablando. “¿Dónde corremos? ¿Cómo lo hacemos?” Apuesto a que salió a la palestra el nombre de José Graña. “La que lía Graña en León”, me decían. Y llegó el accidente en Gran Canaria. Incertidumbre, angustia, dudas. Fue un destrozo gordo. No sé si, en algún momento, pensaron en tirar la toalla. Quizás.
Pero en Meira les enseñaron desde pequeñitos a no rendirse. Y desde luego que no lo hicieron. El coche de las patatas, de la huerta, estaba en la rampa de salida del Sierra Morena. Emoción. Lo lograron, demonios.
Seguirían hablando Sergio y Boto. Alguna llamada, algún Whatsapp. “Oye, Boto, que esto sigue adelante” dirían desde Lugo a Torrelodones.
Se acercaba el día. Yo sabía que no me lo podía perder. Hacía tiempo que no acompañaba a Antonio a algún Rallye. Se lo debía. Y todo lo que escuchaba de Omaña (Así se llama el valle) era bueno.
Una vez solucionada la logística del viaje (eso merece un capítulo aparte), ya estaba en León. “Te irá a recoger Abel” me dijo Boto. Y en el trayecto León-Riello, empecé a comprender en qué consistía el Rallysprint Valle de Omaña.
Es algo familiar, que sale adelante gracias a un puñado de voluntarios que dan los mejor de sí mismos durante una semana para que todo sea un éxito. Y a la cabeza, José Graña.
Qué os voy a contar de Graña a los que lleváis un tiempo siguiendo nuestro deporte. Aquellos 124, el Ibiza, la época oficial SEAT con el Golf… Y ahí sigue, dando guerra en Históricos. Pero bueno, vamos a lo que nos ocupa: El Rallysprint Valle de Omaña.

Me dejó Abel en la casa rural que sería nuestro cuartel general durante el fin de semana. Desde luego no nos habíamos equivocado: Un Porsche Boxter negro aparcado en la puerta junto a dos remolques: En uno, el 997 GT3. En otro, un Punto preparado. Ambos, con el apellido Vallejo en sus lunas: En el Porsche, Sergio comparte espacio con Antonio. En el Punto, es José Calvar el que se sienta con Diego.
Entro en la casa. Silencio sepulcral. Todos duermen, después de la mañana de entrenamientos. Me quedo un rato leyendo el RallyAcción, la nueva revista de Esteban Delgado. Precisamente en el primer número salen con una entrevista a Sergio. No está mal documentarse de cara al fin de semana. Recuerdo anécdotas ya conocidas y disfruto con otras de las que ni había oído hablar.
Al poco, se oyen pasos en el piso de arriba. La madera cruje. Ya están despiertos. Salimos fuera a dar cuenta del primero de muchos cigarros. Dentro de nada hay que bajar al colegio, donde se llevarán a cabo las verificaciones.
Distendidos pero escrupulosos, los oficiales realizan su trabajo. La gente empieza a acercarse, y el Porsche es el centro de atención. Mientras Sergio, Calvar y Eva se afanan en colocar los dorsales y alguna que otra pegatina más, la gente se va turnando para sacarse el “selfie” de rigor al lado de la bestia alemana y de nuestros amigos. A Antonio empieza a no caberle la sonrisa en la cara.
Sin darnos cuenta, llega la hora de la cena. Empieza el Villamor a llenarse de amigos. Aparecen justo al empezar Alberto Sansegundo y Eva Navas, uno de los matrimonios más racing que conozco. La cena discurre entre risas y el espectáculo de “mentalismo” con el que nos obsequia Antonio. La tertulia acaba bastante tarde, después de algún gintonic. Pero no importa: aquí no hay nada de salidas a las siete de la mañana. La primera pasada es a las doce y media, tiempo de sobra para descansar. Con la ola de calor que azota Madrid, dormir con manta es algo que se agradece.
Amanecimos más pronto de lo deseado gracias a un gallo de voz cazallera, que se encargó de recordarnos que a Riello habíamos venido a una carrera.
Desayuno al sol, comentando la jugada de la noche anterior, y rumbo al parque cerrado. Antonio está inquieto. Le miro y tiene el brillo en los ojos de un debutante. Teme no dar la talla, pero el Boto tiene oficio de sobra, para dar y tomar. Lo hará bien. Más que nervios, yo diría que es responsabilidad.
En el parque cerrado nos encontramos con Andrés Bueno, el alma máter del Festival Trasmiera. Un tipo encantador, que me consta que anda cumpliendo sueños uno detrás de otro. Quedamos en ir juntos a ver la primera pasada.
Y lo que veo me gusta. Un público respetuoso, bien colocado, con los voluntarios controlando hasta el mínimo detalle. Todos uniformados, con un polo verde fácilmente identificable.
Pasa el Porsche de Vallejo Racing. Vuela. ¡Y sólo es la primera pasada! La gente grita, salta, celebra. Intento ver la cara de Antonio a través de la luna del coche, pero es tal la velocidad que me resulta imposible. Nos quedamos a ver las evoluciones de los demás participantes. Alberto y Eva no pasan con su EVO 9. Algo les ha debido de ocurrir. Una lástima quedarse fuera a las primeras de cambio. Esperamos con ganas al Punto de Calvar y Diego. Les animamos como al que más cuando pasan. Gran tipo José Calvar, al terminar la pasada nos cuenta que el Punto le parece un coche muy potente, acostumbrado como está al Toyota Aygo de la Copa Kobe del CERT.
Bajando desde nuestra posición a recoger el coche para dirigirnos al parque de trabajo nos enteramos del susto que ha dado el padre de Nano Canales, el otro “brazo” de Trasmiera. Parece que el tema anda controlado, pero la inquietud en Andrés es patente. Ahora ya sabemos que quedó en eso, un susto.
Al llegar al parque de trabajo no doy crédito a lo que ven mis ojos. José Graña está en la entrada, coordinando todo, en un paso estrecho a través de un puente que desemboca en una explanada bastante grande. Es ahí donde la familia propietaria de Patatas Hijolusa despliega el montaje del que tanto y tan bien había oído hablar.
Barras con cerveza, vino, refrescos, agua… Embutidos, queso, patatas recién fritas en cucuruchos de papel. Música a buen volumen, y al fondo, una paella de proporciones gigantescas. Podríamos pensar que todo esto está destinado a los participantes del Rallysprint, pero no. Es para ellos y para todos los demás. La afición comparte almuerzo con los pilotos. No queda claro quién es más protagonista, si el aficionado o el deportista. Todos por igual.
En un ambiente del todo festivo, la familia Vallejo, ya al completo, habilita una mesa al lado del río y para allá que vamos todos a dar cuenta de la generosa ración de paella con la que nos han obsequiado.
Boto está cansado. Trece kilómetros a todo gas en un Porsche del 2010, con nada menos que un campeón de España al volante hacen mella, y aprovecha para echar una cabezada al lado del coche.
Después de algún baño en el río y alguna que otra siesta, toca volver a ponerse en camino. Aguardaban las dos últimas pasadas.
En la segunda pasada, Sergio y Antonio bajan ¡catorce segundos! el tiempo de la primera. Antonio me dice nada más bajar del coche “¡Sergio va como un disparo!”. Ya se le ha quitado esa responsabilidad que le atenazaba antes de empezar y se nota que ha empezado a disfrutar como un niño.
Comentamos lo limpio que está el tramo, y le digo lo mucho que me ha llamado la atención ver a los voluntarios pasar la escoba en las curvas para limpiar los restos de grava que dejan los que “muerden cuneta” más de la cuenta. Mientras tanto, Sergio, Antonio Sánchez Magariños y Camilo Villasante se afanan en cambiar las ruedas del Porsche. Es bonito ver a un Campeón de España en título trabajar como un piloto aficionado más. Aquí no se le caen los anillos a nadie.
La tercera pasada la usan para probar cosas de cara a la segunda mitad del Nacional. Sin correr tanto, ganan holgadamente la cuarta edición del Rallysprint Valle de Omaña. En una ceremonia de entrega de trofeos de lo más entrañable, a pesar de algún elemento “discordante”, se entregan un montón de premios, a todas las categorías, porque en una prueba como esta, prácticamente todos ganan.
La cena posterior, con alguna que otra baja, fue también memorable. Alguna copa, partidas de futbolín, e incluso técnicas de conducción. Antonio hace tiempo que dormía, pero seguro que soñando con el Porsche volando bajo por el Valle de Omaña.
Al día siguiente, tertulia racing alrededor de unos cafés y unos bollos, y las despedidas. Emplazándonos todos para la quinta edición de una prueba que en León ya está consolidada, y cada vez se habla más de ella en el resto de España. Llega la hora de volver a Madrid, pero paramos con Graña en el señero “Camarote Madrid” leonés a comer un bonito delicioso. Desde luego, las palabras “Graña” y “hospitalidad” tendrían que ir juntas en el diccionario.



Vuelvo a Madrid en un tren distinto del de Antonio. Intercambiamos fotos y vídeos del fin de semana vía Whatsapp. Y pensamos que menos mal que solamente quedan 364 días para volver a Riello.
